jueves, 8 de marzo de 2012

Milagros no es nombre para una mujer.

No en el siglo XXI al menos.
Nos ciega la pasividad, nos deslumbra el deseo de formar parte del rebaño, nos enamora el vecino musculoso del quinto, sin embargo nos estamos olvidando de lo bonita que es la vida.
Dura, pero bonita. Porque seguro que cada mañana que te levantas y hueles ese café recién hecho que hace tu madre, lo tomas sin darte cuenta que es un milagro que puedas simplemente mover las piernas para andar.
Cuando vas de camino a ese horrible instituto, hay sol. 
Ese sol que comienza a acariciarte, o ese fresco que te acuna mientras andas. 
El milagro de sentir eso.
Llamémonos Soledad, es más de este siglo.